El embudo de conversión tiene una representación gráfica que busca darse a entender. Pero en general no se ajusta a la realidad. El embudo es muchísimo más ancho de lo que podemos imaginar. Con saltos a veces del 1% entre fases.
Lo que evidencia que no se puede representar de forma entendible, pero debilita el argumento que persigue. En cada fase del embudo el porcentaje de usuarios que se quedan es enorme.
Por eso mismo es tan importante retirar todos los obstáculos que se puedan encontrar los usuarios al llegar al final del mismo, cuando se tiene que producir el momento crítico de la conversión.
Algo que a veces es más complicado de visualizar de lo que pudiera parecer. Que sea claro y entendible para quienes diseñaron el proceso no implica que también lo sea para los usuarios.
De hecho, la propia dinámica de creación y modificación de este escenario nos inhabilita totalmente en relación con nuestra percepción.
Por poner un ejemplo simple: si he amueblado y he colocado todos los elementos en las distintas estancias de una casa, incluidos los calcetines en los cajones, no puedo pretender que mi percepción se asemeje a la de un visitante nuevo, que llega buscando los calcetines.
Esto que es tan obvio de ver en el ejemplo anterior, es uno de los errores más comunes en el entorno de conversión. Lo habitual es dar por hecho cuestiones ambiguas o que necesitan de explicación, solo por que nosotros ya las conocemos.
Ignorando que por cada duda o problema que le planteamos a los usuarios aumentamos las posibilidades de perderlo. Con el esfuerzo tan grande que ha llevado que llegaran al final del embudo. O dicho de otra forma, con la cantidad de usuarios que se quedaron por el camino.
Así que además de captar es muy importante quitar todos los obstáculos que se encuentran en el momento crítico, facilitando la conversión, minimizando ambigüedades y reduciendo escapatorias.