Se hace muy complicado identificar los disparadores que llevan a tomar una decisión a los usuarios en plataformas digitales. Sobre todo, porque el porcentaje de aleatoriedad de la situación y cambios en la percepción de los usuarios son imprevisibles.
En realidad queda poco margen para interpretar signos que sirvan para deducir correctamente que el usuario está en condiciones de disparar su decisión. Todo lo que se ha trabajado en la fase de consideración, de forma fragmentada por distintos actores en realidad no implica mucho.
La mejor información, los precios más ajustados, la confianza generada con revisiones, etc… no generan ningún tipo de lealtad. Así pues, la opinión se puede haber construido con mucho esfuerzo por distintos participantes, aupándose a esa montaña de decisión el disparador final.
Sin que haya garantía de que la conversión se realice en beneficio de ninguno de ellos, ni siquiera el disparador. Puede que después de todo el proceso, el usuario se convierta en cliente en el mundo real. Dejando un reguero de métricas huérfanas.
Así que los disparadores se encuentran en cierta ventaja, pero ni siquiera así se puede contar con ningún grado de éxito. Lo que de hecho se convierte en un trabajo conjunto sin colaboración, en el que lo único que se puede esperar es que el azar reparta suerte de forma, más o menos, equitativa.