Empieza el año y no hay mejor cliché del que tirar, que el de los propósitos del año. Pero la verdad es que no entiendo que esto se haya convertido en relevante en ningún momento.
Mi propósito en realidad es no tener propósitos, al menos no confesables por aquí. Lo de fijarse metas e intentar conseguirlo está muy bien. Luego, lo de ir contándolo al viento ya es otra cosa. Al menos hasta cuando uno vea visos de cumplimiento.
Además, escoger este día, un claro e inequívoco día de resaca, diseñado especialmente para comer sobras e intentar recomponerse, no es el más idóneo para estar pensando esto o lo otro. De hecho, esta publicación la estoy escribiendo y dejando programada en 2020.
Así que ante todo mucha calma y ya si eso vamos viendo.