Esta semana vi una noticia que me hizo mucha gracia. Resulta que el exjugador de la NBA, Pat Ewing, un fuera de serie en su época que jugó casi toda su carrera en los New York Knicks y cuyo dorsal 33 fue retirado en el Madison Square Garden, fue detenido al no llevar pase en el mismo Madison por personal de seguridad que básicamente no sabía quién era.
Bueno, lo realmente gracioso es que en vez de darse cuenta de que lleva casi 20 años retirado y que lo normal es que solo se acuerde de él la gente de su generación, el tío arma un pollo y encima lo cuenta en la televisión:
Y acaba diciendo una frase tan soberbia como tierna: ‘everybody in this building should know who the hell I am‘. Pero no, resulta que los de seguridad seguramente tenían 5 años cuando se retiró y no tenían ni idea de quién era ese señor sin pase.
Todo el éxito, la popularidad y el reconocimiento de las personas, se sustenta en un legado escrito o audiovisual, así como en símbolos, como en este caso el de la camiseta retirada y colgada del techo del estadio.
Pero más allá de esos rastros y el recuerdo de los coetáneos lo demás desaparece. No solo para el estupefacto Pat Ewing, sino para todos. Los que cumplimos unos cuantos años lo constatamos a cada rato.