Un día sin usar el ordenador

Mi único propósito de año nuevo suele ser pasar el día 1 de enero sin tocar un ordenador. Así de humildes son mis expectativas. Normalmente lo consigo, a base de trabajo y planificación previa, claro. Pero este año no pudo ser.

Y recurro a ese ‘no pudo ser’ como un futbolero cuando asume, después de un buen disgusto, que su equipo a ha quedado eliminado de la champions. Dicho de otra manera, con algo de drama y ausencia del sentido del ridículo.

Normalmente soy comprensivo y empático, pero debe haber algún nivel del infierno chino reservado para quienes envían el último correo electrónico del año que termina, y el primer mensaje de whatsapp del nuevo año, para recordarte que te ha enviado un correo el día/año anterior.

Y ¿cómo no? para algo urgente. Siempre es algo urgente. Quizás lo más llamativo es la ausencia de consideración. Si yo tuviera que enviar un mail seis horas antes de las uvas, para que el receptor hiciera una tarea urgente, tendría que tratarse de algo realmente importante, y pediría mil perdones mientras me planteo la vía johatsu.

Pero no, la ilusión de la disponibilidad total es tan perniciosa como proyectada. Y está claro que la responsabilidad es de uno por acabar respondiendo, pensando que se trata de algo grave, cuando en realidad es algo a destiempo.

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